18 Oct
18Oct

Qué difícil es hacer una crítica o una observación sobre una situación donde uno está lejos, física y mentalmente. Sin embargo, me parece enriquecedor el replanteo de algunas cuestiones que están innatas en nuestras mentes y que al parecer es muy difícil modificarlas...

La película “Cidade de Deus” abarca una trama compleja sobre la sociedad en Brasil y basada en una historia real escrita por el autor Paulo Lins. Representa como era y es (a discutir) la vida cotidiana en una favela de Rio de Janeiro. Está dirigida por  Kátia Lund y Fernando Meirelles.

La bajada de línea de la película es muy clara: la desigualdad social. Si, se podría argumentar que es una más del montón que lo retrata, pero no creo que sea el caso. En esta película la desigualdad social no se ve desde dos lados opuestos sino desde un escenario único en el que con solo comparar la vida del espectador con lo que está observando se puede llegar a una gran diferencia.

Desde un inicio se realiza un racconto hacia los años 60 en donde la favela no es como la conocemos hoy en día y la “Cidade de Deus” se comenzaba a formar. El habitar de estas familias era precario y se da a entender que el asistencialismo del estado es muy bajo a comparación de lo que debería ser, lo que logra que se comiencen a replantear distintas situaciones personales y sociales que hace empatizar o no al espectador. Aquí empieza la primera discusión que puede trasladarse hasta nuestra actualidad.

Todas las personas que vivían en ese “inicio” de favela eran, obviamente, distintas. Con distintos objetivos en la vida y con diverso sostén familiar. Es común trasladar una definición o adjetivo hacia todas las personas que comparten un mismo lugar de habitar, pero la película nos transmite cuan variadas pueden ser las situaciones en esos lugares críticos a tal punto de querer evitar realizar ese pensamiento en nuestra cabeza.

La mirada racial hacia el otro ya sea por su color de piel, por su forma de hablar, vestir o estilo de vida es propia de todos los humanos a quienes nunca se nos enseñó o educo de otra forma. Por ende, es normal que nosotros, ciudadanos de clase media, tengamos una mirada racial, constante, sobre personas que no conocemos pero que agrupamos en un colectivo al cual denigramos o discriminamos por el lugar en que viven. Por ejemplo, en la película, se puede argumentar sobre las dos vidas paralelas que llevan el personaje de Ze Pequeño y Buscapié. Ambos tienen aproximadamente la misma edad y se criaron en el mismo sitio, pero con la diferencia de que tuvieron distintos focos en los cuales apoyarse (o no) para el desarrollo de su vida. El futuro de ambos es totalmente diferente y la forma de pensar, actuar y hablar también lo es. Los deseos y ambiciones de uno y otro no son iguales. ¿Qué hay por detrás de tanta desigualdad? 

La crianza es un punto clave a la hora de ahondar en la vida de una persona y acá lo podemos observar. El apoyo familiar y la herencia de valores y respeto por lo propio y ajeno es completamente diferente en ambos casos. 

La presencia de drogas, robos y violencia también es un foco que se trata en el filme, pero con una crudeza que es difícil de digerir. Observar a niños tan pequeños insertos en ese ámbito peligroso y sin ningún control de padres o adultos responsables es una de las cosas más fuertes a mi parecer, además de que no hay que olvidarse que es una historia basada en hechos reales, con solo informarnos un poco más de lo que pasa alrededor de nuestro barrio lo podríamos confirmar.

El habitar de las personas en Cidade de Deus es muy interesante de analizar en cuanto al paso del tiempo. Podemos observar que en los años sesenta todos tenían la misma vivienda, un inicio de asistencialismo por parte del estado pero que cuando el filme vuelve a la actualidad no se respeta. Las viviendas no solo ya no son iguales, sino que de lo que caracterizaba a ese barrio ya no queda nada. Se puede observar (y no solo en la película, sino que también en la actualidad y en nuestro país) como la vivienda popular se desmorono en cuanto a funcionalidad y estética arquitectónica. Ya no es importante el modo de vivir, la calidad y el confort que se les pueda proporcionar, sino que parecería ser que la única necesidad es un techo.

El problema social que se plantea va hacia la mirada del espectador. Tenemos un prejuicio encasillado de que todos los habitantes de determinado lugar son iguales tan solo por el hecho de vivir en lugares alejados de nuestra comodidad o seguridad. La mirada hacia el otro, la “otredad” es compleja de modificar. Nuestra crítica hacia lo ajeno los define en nuestro ámbito, pero no es una identidad que el otro acepte. No podemos definir a quienes tenemos enfrentados con el único argumento de que es distinta la realidad social, política y económica que viven.

Me parece importante destacar que por más de que sea una historia basada en hechos reales es una historia que no es muy alejada a la actualidad que le toca vivir a Latinoamérica. Nuestra identidad, a pesar de que compartamos territorio y cultura, es muy distinta de la persona que tenemos unos pocos metros.


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